Acaba de dejarnos Hilde Menzel, una de las piezas clave de la ufología en España. Fue cofundadora, junto con Fernando Sesma, de la Sociedad de Amigos de los Visitantes del Espacio (BURU) y vivió muchos de los momentos culminantes del fenómeno OVNI en nuestro país. MÁS ALLÁ estuvo con ella poco antes de su muerte. Estas son algunas de sus últimas reflexiones sobre el contactismo, la muerte y los No Identificados.
La humanidad vive el período más crítico de la historia y necesitamos ayuda de fuera. Los científicos no quieren admitir que otros seres puedan estar más adelantados que nosotros, los terrestres, pero esa mentalidad debe cambiar”, me dijo Hilde Menzel en cierta ocasión durante uno de nuestros encuentros en su casa de la plaza Maliciosa, situada cerca de la madrileña calle Elfo. Eso fue antes de que Menzel falleciera el pasado 4 de agosto en una residencia de ancianos de Madrid. Al final de su vida la anciana se preocupaba por temas de orden mundial como, por ejemplo, el poder destructor de la energía nuclear. En uno de sus últimos escritos se mostraba tajante: “Está demostrado que la energía nuclear no solo no es necesaria, sino perjudicial y peligrosa. Los científicos temen que les quiten su juguete y los financieros temen perder su dinero”. Sin embargo, la gran pasión de la primera dama de la ufología en España era la posibilidad de que hubiera vida extraterrestre. Dicho interés se intensificó en 1953 cuando un tal Fernando Sesma (1908-1982) la visitó en su tienda de la calle Cedaceros, 2, en el centro de Madrid, para confeccionar su carta astral. El astrólogo y artista madrileño repetía una frase que la entonces joven hispano-alemana adoptó como filosofía de vida: “Ser amigo de los visitantes del espacio es comprender que el hombre no es solo habitante de un planeta aislado, sino hijo del Universo, con la capacidad de vivir en infinitas patrias diferentes”. Juntos fundaron la Sociedad de Amigos de los Visitantes del Espacio (BURU), que congregó a cientos de curiosos en varias tertulias, especialmente en el sótano del madrileño Café Lyon, en una sala conocida con el nombre de La Ballena Alegre (MÁS ALLÁ, 75 y 235). Allí Hilde Menzel ejerció de tesorera de la sociedad legalmente constituida y conoció a numerosos personajes que defendían la existencia de los extraterrestres, entonces llamados “marcianos”. “Sesma me decía que recibía muchas cartas de personas interesadas en los platillos volantes y me propuso fundar una sociedad –me explicó Menzel sobre los inicios de BURU–. Así que empezamos a recaudar una mensualidad de diez pesetas de cada socio, pero Sesma se lo gastaba todo en libros”.
La piedra del espacio
Por las manos de la joven secretaria pasaron las cartas de pioneros de la ufología española como Óscar Rey Brea y José María Casas Huguet, entre otros, así como las de uno de los primeros contactados de la historia de este país, Enrique D. Guindos de Cepeda, quien afirmaba haber mantenido contacto telepático con un habitante del planeta Venus en Ronda (Málaga), en diciembre de 1954. Uno de los primeros en frecuentar las tertulias –y también uno de los más polémicos– fue el enfermero madrileño Alberto Sanmartín. El 17 de noviembre de 1954 aseguró haber recibido de las manos de un extraterrestre una piedra procedente del espacio. Tenía forma rectangular y varias inscripciones en una de sus caras. El asunto de la piedra atrajo a más curiosos a La Ballena Alegre y generó un sinfín de especulaciones sobre el significado de aquellos símbolos geométricos. En enero de 1991, Hilde reveló a Javier Sierra una conversación que había mantenido con Alberto Sanmartín (en presencia de Fernando Sesma) antes de que este último embarcara rumbo a Brasil, país donde residió hasta su muerte en 1982. “Sesma, que sospechaba algo raro, presionó a Sanmartín para que contara la verdad sobre el origen de la `piedra del espacio´ –me explicó Hilde–. Al final, agobiado, el enfermero confesó que el `mensajero sideral´ no había sido un hombre rubio de pelos largos y mono ceñido al cuerpo. En realidad lo que había ocurrido es que había ido a bailar con su novia y, ya de madrugada, cuando volvía a su casa, se separó de ella a la altura de La Moncloa. Allí perdió el conocimiento y apareció en el puente de los Franceses, en la Ciudad Universitaria. Cuando despertó vio, atónito, que tenía en sus manos una misteriosa piedra con unas inscripciones”. A pesar de la mentira de Sanmartín, Hilde Menzel creía que la piedra podía ocultar un verdadero misterio. “En la víspera o la misma noche en la que el enfermero se despertó con aquella piedra de origen desconocido en la mano, la esposa de Fernando Sesma tuvo un enigmático sueño. Soñó que se encontraba en la Ciudad Universitaria y que había muchas luces en el cielo. De pronto, una de ellas se acercó y se convirtió en un objeto con forma de lenteja y aspecto nacarado. De su interior salió un hombre luminoso y con su mano arrancó un pedazo de la nave. Enseguida se lo entregó a la esposa de Sesma y le dijo: `Con esto tenéis la primera piedra de la primera puerta´. Debo aclarar que la mujer de Sesma ni creía en ovnis ni se interesaba por ellos”. Esta extraña conexión entre el sueño de la esposa de Sesma y la piedra de Sanmartín mantuvo el misterio encendido. Aquel mismo 17 de noviembre de 1954 se fundó oficialmente BURU, aunque Sesma y sus amigos no conocían aún la historia de Sanmartín. Es más, la enigmática piedra incentivó a Hilde Menzel en su empeño de entender el origen y la lógica de los “visitantes del espacio”. La hispano-alemana tenía su propia interpretación para la piedra, entre las muchas que surgieron entonces. Los símbolos en ella representados parecen mostrar la forma de una mujer con un vientre abultado, quizá embarazada. ¿Un símbolo cósmico de fertilidad? Para Menzel, “la Tierra ha sido colonizada por seres de diferentes planetas, es decir, de diferentes razas y estados de evolución. La prueba de ello se encuentra en la Biblia. No todos los extraterrestres son ángeles. Los que llegaron poseían un alto grado de desarrollo y seguían las leyes cósmicas”.
